FANTASMAS Y HEPATALGINA
Los domingos en Barracas carecen de ruidos. Bueno, siempre hablamos de Barracas al fondo. Ese barrio que limita con Avellaneda por el puente Viejo o el Victorino de la Plaza. El que se extiende hasta Parque Patricios por la Avenida Velez Sarsfield y hacia el norte se saluda con Pomeya a pura Perito Moreno.
Desde Iriarte y Goncalvez Diaz todavía se pueden ver dos torres de iglesias: La de Natividad y la del Sagrado Corazón.
El puente del ferrocarril Roca que cruza la avenida no dificulta la vista en lo más mínimo. Digamos que le pone otro condimento a la cuestión.
Los árboles a lo largo de las cuadras parecen señalar el camino a la cruz más alta.
Los que pasamos el medio siglo imaginamos latir al adoquinado maravilloso debajo del asfalto con las chapitas de las botellas clavadas entre piedra y piedra.
El ruido se muda de barrio los domingos porque no le gustan los fantasmas y mi barrio está lleno de ellos. Casi le diría que hay miles pero me van a decir que exagero o lo que es peor, me van a pedir pruebas concretas del asunto y como no tengo más datos que lo que mis ojos vieron por allí prefiero decir que habría muchos. El potencial nos salva de cada berenjena!!
Así, en el silencio de la siesta, las equinas donde estaban los bares se pueblan de recuerdos. Paso despacio y en el Candilejas hacen fila para entrar. En el Chiqué y en el Chelibo, lo mismo.
Todo duerme mientras tanto en cada casa. Aunque en la puerta, sentada en su silla hay gente que pocos recordamos. Ellos no nos saludan porque saben que hay cosas más importantes que gente que late.
Les gusta saludarse a Corazón quitado para que no haya lugar a mentira alguna o disimulo y todavía no cuadramos en la cuestión.
Los locos del barrio siguen siendo espíritus locos y se ríen solos. Los viejos siguen siendo viejos y los que se fueron jóvenes están igual al momento de partir.
Eso es muy gracioso porque los espectros viejos les dan órdenes a los más jóvenes aunque ya hay algunos pichis que superan largamente en edad a los jovatos, pero en esas cosas de fantasmas no me voy a meter porque no se como se mide el tiempo por esos sitios y por ahora ,no me incumbe.
De noche, no salen por el barrio. Parece que le temen a la oscuridad y se esconden en los sueños de los vecinos. Por eso, los lunes a la mañana a los barraquenses, le cuesta levantarse de la cama y le echan la culpa a la cena o al asado con cuero y andan meta hepatalgina...
En fin, mañana será otro día...
EDUARDO TORRE
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