PIBE ORQUESTA

 En la República Federativa de Barracas, lugar donde nací y me crié, existe un personaje querido por todos: Oscarcito (El pibe orquesta). Muchos lo habrán visto en las redes sociales o escuchado por radio La Colifata. Incluso, el restaurant "La Bártola", ubicado en Santa María y Osvaldo Cruz, cuenta con una caricatura del Pibe enmarcada en una de sus paredes.   

  Dada la proximidad con el "Loquero", tranquilamente se podría decir, que la locura es una vecina más del lugar. Dentro de esa categoría, seguramente, Oscarcito está en el podio, al menos.

  Camina a los saltitos y moviendo los brazos hasta la exageración, aprieta los puños y por momentos se golpea una de las palmas o tira manos al aire. Hace tiempo se fue quedando sin familia. Primero, le toco partir a su mamá y luego a su hermano. Los problemas, la miseria, la soledad le fueron poniendo más chiquitos y tristes los ojos. 

  Un día, me encuentra y me cuenta con angustia que se había quedado dormido en la psiquiatra. Otro día, me dijo que no entendía una boleta de agua y que tenía que pagar un montón de guita que obviamente no tenía. Al tiempo, me cruza y un poco más animado me cuenta que lo estaban ayudando a levantar su casa que se estaba cayendo. Había hablado con Lalo Mir a la radio y le habían prometido chapas, maderas, ladrillos y eso le daba un poco de esperanza.

  Ël es un paciente ambulatorio del Hospital José.T. Borda. Es una víctima más de este estado ausente. Oscar vive una vida plagada de injusticias. No recibe ni la décima parte que le corresponde como ciudadano. Porque aunque muchos parece que se han olvidado, los locos son ciudadanos de este país. 

  El pibe orquesta tiene casi 60 años pero sigue siendo el pibe porque es dueño de una inocencia eterna y porque como cualquier chiquilín necesita cuidados y afecto. 

  Los años pasaron, los viejos murieron y el siguió queriendo a su barrio; a sus vecinos; al Borda y la Colifata; y a Andrea Del Boca, su gran amor.

  Hace unos años, los pibes del barrio lo jodíamos y le hacíamos creer que uno de nosotros estaba saliendo con la famosa actriz. Se ponía re incómodo y decía: Bueno chau, me tengo que ir! Y ahí salía el pibe masticando bronca a lo Popeye pero sin pipa, ni espinaca.

  Yo sólo quería decir que cada vez que lo veo, siento que él nos dice con sus ojitos, que nos perdona. Como un Salieri viejito, nos absuelve, y yo no logro dejar de sentirme  insignificante ante tanta grandeza....

                             EDUARDO TORRE 


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