RAMAL QUE PARA

 Ayer, recordando esa época nefasta, el menemato, vinieron a mi memoria cientos de situaciones. Recordaba cuando, todos las semanas, venían los pibes de los talleres a despedirse porque se habían quedado sin trabajo. Después, escuchar a los dueños repetir lo mismo, una y otra vez.

Ese fin tenía una previa cruel y despiadada. Una agonía lenta pero constante. Una sensación de muerte inexorable frente a los ojos y la maldita seguridad de que todo era negro mirando hacia adelante. Lo bueno siempre había que girar la cabeza hacia atrás para poder verlo.  

Era una época en la que reinaba el miedo a perder el trabajo. Se tenía bien clarito que tenías que agarrarte fuerte porque si te caías, no te levantabas más. 

Así fue que los grandes ganadores del modelo se daban el lujo de optimizar, aún más, sus resultados.

En ese tiempo, recuerdo haber tomado un taxi, un Renault 12 bastante venido a menos. Allí, saltó la charla con el chofer sobre lo siniestro de la situación. 

El tipo se dio vuelta mientras manejaba. Me miró fijo a los ojos y escupió: " Si lo tengo a tiro, no dudo, lo bajo a este hdp".

Juro que no lo sentí como una cosa mas que se tira por tirar. Creo que si tenía la posibilidad, de verdad lo hacía.

Entonces, me contó que él y el padre habían sido ferroviarios de toda la vida. El viejo estaba jubilado de hacía años y vivían en la misma casa. 

Un día, llega un telegrama de despido y lo recibe su padre.

A la tarde llega el hijo de trabajar y encuentra al viejo llorando con el telegrama en la mano.

"-Como pudiste hacerme una cosa así?"

Lo repetía una y otra vez.

El tachero lloraba mientras me explicaba que él no tenía idea que lo habían echado (se enteró por boca del padre) y que en medio del shock se vió obligado a calmarlo porque tenía miedo que se le descompensara.

Le pregunté si no le había podido explicar el tema, y mientras seguía lagrimeando como un pibe al que lo habían cascado, me explicó el asunto. 

"Sabés que pasa, mi viejo laburó 40 años en ferrocarriles. En esos años, la única manera que había para que te echaran era que te agarraran robando. No lo pudo soportar. A la semana se "ME" murió del corazón...

Tragó mocos, lágrimas y bronca y cerró el viaje con una frase que me quedó en la cabeza para siempre: " Mi viejo se murió pensando que su hijo era un ladrón, entendés?

Me bajé del taxi, le di la mano y me fui en silencio. 

Fue la primera vez, en mi vida, que comprendí que el neoliberalismo mata y que tiene mil formas de hacerlo...

Descansá en paz, viejo querido....

             EDUARDO TORRE 


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