TITANES EN EL RING
Hay recuerdos que son tan pequeños que por momentos parecen evaporarse de la memoria. Sin embargo, tienen esa particularidad de irse y volver con cierta frecuencia. Dentro de esa categoría está lo que voy a contarles ahora.
Andaba por ahí despidiéndome de mi niñez y tratando de escalar el escarpado monte de la adolescencia. La complejidad de esa empresa suele colocarte en situaciones poco deseadas recurrentemente. En el medio de tan difícil cuestión hubo un hecho que me hizo trastabillar y caer de cabeza a la infancia.
Yo fuí toda mi vida escolar al mismo centro educativo, al Instituto Sagrado Corazón de Barracas. Un lugar extraño. Bahhh! No sé si extraño, pero digamos que era un sitio donde ocurrían cosas raras...a menudo. Lo voy a decir sin vueltas, para no hacerla tan larga: Los Titanes de Karadajián venían al colegio a hacer sus luchas en el patio. Todos. El Ancho, José Luis, el diábolo, el androide, la momia, Pepino....TODOS!!!
Se fue todo a la mierda! La Rock and Pop, Charly, los asaltos, el monte y la pendiente escarpada... LOS TITANES!!!
Esa noche, el colegio estaba explotado de gente. Había como tres mil personas. El ring estaba armado contra la pared del patio y todo se llenó de sillas y bancos en la planta baja. Las luces iluminaban el cuadrilátero. A esa altura, yo sentía que estaba en el Caesar Palace, a punto de ver entrar a Muhamed Ali. Con mis amigos, nos fuimos al piso más alto del colegio y nos pusimos pegadito al ring. No sé porque pero optamos por ver el espectáculo en forma cenital. Cosas de la pubertad.
Mi ídolo de la infancia era uno de los malos: Kangai, el mongol (Para los que no lo saben, les comento que quien interpretaba ese personaje era el especialista en pulseadas, Arévalo). Y sí, a mi los buenos, siempre me dieron mala espina. Eran como muy sumisos, demasiado obedientes. Cuando les tocaba enfrentar al armenio subían al ring como con culpa, viste? En cambio, Kangai subía a lo Che Guevara, entendés?
Apareció Kangai y todo el colegio arrancó con el lógico abucheo. En cambio, yo comencé a aplaudir y a gritar por el gigante asiático. Esta situación empezó a ser imitada por mis compañeros, y a los 15 segundos, nos habíamos transformado en la barra brava de Kangai. Acto seguido, mi ídolo, desde la arena del coliseo nos señalaba y nos ponía de ejemplo ante la multitud que a esta altura se dividía entre los que se mataban de risa y los que pensaban: "Pobres pibes, nunca vieron "Titanes en el ring"!!
El espiritú guerrero le jugó al calvo luchador una mala pasada. Exacerbado por el rugir de la leonera, levantó una cadena y la revoleó por el aire a modo poncho festivalero y la punta del adminículo dio de lleno contra uno de los bebederos Ferrum, blancos e inmaculados que estaban escondidos detrás del lugar asignado a la batalla.
Bueno, con nuestro clamor conseguimos un empate para Kangai, todo un logro!! No es fácil mantener el invicto cuando te oponés al poder de turno, qué joder! Las luchas se sucedieron pero lo importante ya había pasado. Ahora, sólo faltaba esperar al final para poder ir a saludarlo y decirle que nosotros le habíamos hecho el aguante. Y que era nuestro ídolo y que había merecido ganar...Y en fin, todo lo que hace uno cuando se enfrenta cara a cara con su ídolo, no?
Terminado el show, nos pusimos en la galería para esperar la salida del gladiador estrella, y allí ocurrió lo que nunca debió haber pasado. Por la ventana de la dirección, veíamos como Martha (si, con "H"; porque si sos directora y te llamás Martha, tiene que ser con "H") fustigaba a nuestro crédito pugilístico, quien sin oponer ninguna resistencia agachaba su cabeza, con ojos de gato con botas, mirando al suelo. En seguida comprendimos que la cagada a pedos venía por el pedazo de bebedero roto. Interiormente esperaba la reacción del azote asiático. Una doble nelson, una llave, algo!!! Pero no, ahí estaba el furioso Kangai de rodillas ante la autoridad. Terrible!!!
Eso no se le hace a un niño, carajo!! Por suerte, al año siguiente, "El eternauta" de Oesterheld llegó a mis manos y con él, la noción del héroe colectivo. Y luego, Walsh y "Un oscuro día de justicia", pero eso lo dejo para otro post. No se preocupen...
EDUARDO TORRE
Comentarios
Publicar un comentario