6 de enero
La noche de reyes es fácil en una casa común. Pero cuando tu niñez transcurre en una casa- panadería, la cosa cambia. Es decir, por más que los reyes caigan a las dos de mañana, hay gente levantada y laburando que los va a ver. Todo un atentado a la fantasía infantil.
Mi viejo se dedicaba a hacer roscas y pan dulces, entre tantas cosas. El tipo estaba obligado a interactuar con la monarquía oriental. No le quedaba otra.
La cosa era compleja pero nada iba a amilanar a Cacho. Justo a él!!! A mi juego me llamaron.
Mi viejo se subía a la Estanciera e iba a buscar pasto. En unas hermosas ensaladeras ponía agua para los camellos y te armaba el banquete en una tabla con dos caballetes para convidar a Melchor, Gaspar y Baltazar con sandwiches de miga, saladitos, fosforitos y Chips. De postre, algunas masas finas porque siempre viene bien algo dulce después de morfar.
Todo cocinado, la mesa para los camellos y la de los reyes. Mi viejo tratando de bajar la ansiedad me decía: "Andá a dormir, hijo. Así se te pasa más rápido el tiempo. Cuando te despiertes vas a encontrar los regalos en la puerta de tu pieza."
Me pareció razonable: "Como no me avivé a las cuatro de la tarde!!".
Estaba llegando a la puerta de mi dormitorio y me acordé de un detalle fundamental. Volví a la sandwichería y le susurré a mi viejo: -"Dale una rosca a los reyes, pá".
-"Obvio! Vienen del otro lado del mundo como no le voy a dar una rosca!!!"
Cerrado el tema... a dormir.
Al otro día, la emoción, el saltar de la cama y los paquetes. Salí corriendo a mostrarle Alfredo lo que me habían traído los monarcas.
Cacho tenía el escenario listo para su show. Las ensaladeras vacías de agua y pastos, y en la mesa de los reyes, una carta escrita con la birome de mi viejo en papel sein y perfecto castellano: "Eduardo, gracias por acordarte de nosotros y regalarnos tan ricas roscas. Tu papá nos dijo que fue tu idea. Esperamos que te gusten los regalos." Firmado, Los reyes magos.
Sabés que alegría tenía!!!. Mi viejo era amigo de Melchor, Gaspar y Baltazar. Y me habían dejado una nota de puño y letra. Hoy, 45 años después, no recuerdo que me trajeron. Ni uno solo de sus regalos. Pero me puedo acordar de mi viejo y de su camisa; de su delantal blanco atado a la cintura, de su letra y de su papel sein. También, del Jockey corto entre sus dedos. Casi me puedo acordar de su sonrisa. Así de selectivos son los recuerdos.
Después con los años, otros fueron los engaños y las mentiras. Pero siempre el tiempo me dejó parado de este lado. Supongo que eso me hizo un tipo feliz y agradecido....supongo
Eduardo T
orre
Excelente. Recordando al querido Alfredo. Recordá que los reyes nunca pasaron por acá. La alegría de los pibes pobres fueron Perón y Evita ...
ResponderEliminarGracias, por tu recuerdo a mi viejo...
ResponderEliminarHermoso
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