El pan de la locura


 "Al pan hay que tajearlo de frente para que no reviente y se achate." De esa manera la tira se ponía en una pala finita de madera y uno por uno, el maestro, le daba un corte con un palito y una hoja de Gillette para mandarlos al horno.

Ese pan se había hecho la tarde anterior y para calcular la levadura, el tipo miraba el pronóstico del tiempo, salía al patio a contar las nubes y resolvía. 

Si todo estaba en orden, se iba tranquilo a su casa. Ahora, si la cosa venía mal había que tomar acciones. Si el pan no levaba por falta de levadura había que darle calor. Se metían todas las tablas en un lugar llamado estufa. Una especie de habitación que lindaba con el horno donde el calor era insoportable. Allí se apuraba el punto para que la masa pudiera despegar.

En cambio, si el pan estaba subiendo mucho había que abrir puertas y ventanas y posiblemente, adelantar un par de horas la cocción para evitar el desastre.

Otro tema era regular el calor del horno. Se prendía de tarde para que fuera agarrando calor y tenía un reloj  al lado del mechero a gas. No se podía pasar, ni quedar por debajo de la temperatura.

El horno era una habitación de 5x5 toda con ladrillo refractario. Tenía zonas donde se cocinaba más o menos, como cualquier horno. Entonces, el maestro iba rotando el pan  para que se cocinara parejo y saliera crujiente como debe ser el tipo artesanal. Se hacían mil kgs de harina por día y era todo un arte ver al tipo mover las palas como tijeras organizando el éxodo jujeño desde las puertas del infierno.

Terminado el trabajo se recostaba en las tablas a leer a Gramsci o Lenin. Él fue quien me presentó a Chomsky. 

Ese era el rato en que Coco me hablaba de sus sueños, de sus ideas y me daba placer escucharlo contar apasionadamente de su revolución internacional y de la dictadura del proletariado. Pero también estaba Juan, su ayudante que tenía esos sueños pero odiaba a Stalin y amaba a Trotsky. Así, en la cuadra se armaban unos debates maravillosos que incluían al ejército rojo, la firma del tratado de paz con Hitler, la resistencia de Leningrado y la casa de Diego Rivera en México. 

Detrás del torno estaba el portugués con el diario popular y la foto de Walter Fernández y Colombatti  diciéndome:" No le des bola. Son dos lunáticos. Si un día llegan a ser gobierno nos matamos entre todos!! Porqué no se van a Rusia, rojos de mierda!!

Ahí se iba todo al carajo e intercedía el Flaco Oscar que vivía en un conventillo de la Boca y se pasaba la vida andando en bicicleta escuchando rock en el walkman "No se para que se pelean tanto con esta boludez de la política. Háganse peronistas y chau!"Y los 4 se reían como pibes después de una travesura.

Hoy todo se controla  por tecnología. Ya no se necesitan más saberes, con mirar prospectos y reglamentos ya está todo cocinado. No hace falta mirar al cielo,  esperar, calentar o enfriar. Todo puede ser resuelto usando minimamente el cerebro.....

Ah, sí!!! Con el oficio de panadero pasó lo mismo...

Eduardo Torre 

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