El loco que hacía llover


 Yo, si quiero hago llover mañana " repetía como una lejana letanía, el loco Juan.

Tenía un cuadro de Boca del "54 con  un marco de madera colgando del cuello; un silbato de referí en la mano derecha y una pasión que ningún electoshock había podido sofrenar, dirigir el tránsito en Vieytes, a la altura del Hospital Borda.

El detalle es que justo en ese lugar había semáforo y sus indicaciones ampulosas y enérgicas coincidían estrictamente con el rojo, amarillo y verde del maldito aparato. 

A veces, los muchachos del transporte, lo embromaban y le amagaban a pasar o aceleraban furiosamente estando en rojo. Entonces el interno oficial entraba a gesticular y tocaba pito a mansalva reclamando el consabido respeto a la autoridad.

Cuando algún auto quedaba sobre la cebra, el lo hacía retroceder a todo concierto y en seguida, el conductor responsable de la burda maniobra pedía disculpas ante la mirada intimidante de Juancito. 

Los que simpatizaban con los colores que llevaba colgado le gritaban desde la ventanilla:"Musimessi; Colman y Edwards..."

Y él les contestaba con el conocido chamamé: "Viva Boca, viva Boca, el cuadrito de mi amor"  hitazo del arquero correntino que integraba el dream team en cuestión. 

Un día cruzó un Peugeot 504 negro que no quiso respetar ninguna luz. Nuestro oficial no escatimó en ruidos y se fue corriendo hasta la esquina de la calle Suárez para ajusticiar a los salvajes que habían quebrantado el órden público. 

No hubo caso. El auto dobló por Arcamendia, justo por donde está el bar "La flor de Barracas"; bordeó el colegio Normal 5 y frenó en la calle Coronel Rico. 

Nuestro agente no llegó a tiempo y Julio Troxler yacía en los adoquines del pasaje. La locura nos había ganado otra partida. Juancito miró al cielo y pensó que era momento de hacer llover.

Sus lágrimas comenzaron a caer sobre la calle. Se dió media vuelta y caminó hasta el Borda. Encaró para la puerta y los de seguridad le preguntaron si iba a dejar su puesto sin que mandaran un relevo.

"Es igual. Ya nadie respeta la ley.", contestó el loco. Esa noche, en el hospital, llovió sin parar.

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