La Pascua Tanguera
La Pascua Tanguera
-Usted no lo va a poder creer pero el otro día un adolescente se puso a escribir en esta mesa algo así como "Con un lazarillo llegás por la noche trayendo las quejas de un viejo violín".
-No me diga! Hay pibes que son maravillosamente sabios.
-"Le juro, Don José, me quedé petrificado. Tenía dos lunas en los ojos. Había una nostalgia en él que excedía su tiempo. Como si hubiera vivido varias vidas, me entiende?"
-"Un sabio"
- "Yo diría, un Dios"
-"Miré, usted sabe que yo no creo, prefiero decir un sabio"
-"Ahora que me dice esto recuerdo haberlo visto con su hijo."
-"Con Cátulo?"
-"Si, andán siempre juntos. Ellos dos y Sebastián el narigón del piano.
-"Ah, usted dice Homero!"
-"Ese, el santiagueño!"
-"Miré, usted no diga que yo lo dije porque uno tiene una trayectoria dentro del anarquismo, pero usted tiene razón. Es muy probable que Manzi sea Dios."
Se levantó el poeta, salió del bar y por Chiclana derecho cruzó para el lado del herrero. Barro y Pampa estaban atados al palenque. Miró la casa, la vereda y el zanjón y abrió bien fuerte el pecho, tomó aire como nunca y se llenó de un perfume de yuyos y de alfalfa. Su corazón se llenó de un amor profundo.
El poeta miró al cielo y exclamó: "Cuando chilla la asomenta, señal que viene tormenta. Ya estoy viejo, che. Mirá qué hacerme esto! Cómo me vas a mandar un Cristo a mi casa!"
Un Dios adolescente y sin barba camina por los altos de Garay bautizando cada cosa que se le cruza. Colocando a Boedo en una pira de iglesia.
Así, descubrió José Gonzalez Castillo que Cristo bajó a la tierra y le puso "Sur" a un país sin historia.
Supo que su hijo Cátulo era uno de sus discípulos y que continuaría su legado a lo largo del siglo. No supo que hacer con todo lo que se le vino a la cabeza en ese instante. Podría ser posible?
Llegó a su casa y estaba sentado esperando una especie de buda con un fueye en el umbral.
-"Cómo anda, Don José! No sabe donde anda Cátulo?"
""Vos sos???"
-"Pichuco"
-"Escúchame, vos conocés a Homero?
-"A Manzione? Claro, los tres somos uno. Su hijo, él y yo, me entiende?
-"Si, sí, claro. No viene hoy mi hijo a casa. Se iba a dormir a lo de un amigo porque estaban componiendo algo juntos y se queda allá"
-"Bueno, me voy al almacén, entonces. Cuando lo vea dígale que lo vine a buscar"
-"Le aviso, Nene. Andá tranquilo".
Pichuco rajó a jugarse unos pesos y mientras se marchaba. José notó unas plumas en el saco del hombre del fueye. Aníbal se se dio cuenta se rió, se dió vuelta y con mucha piedad, le dijo al poeta: "Uy, me cagó una paloma."
Dicen los vecinos de Boedo que ese mismo día el anarquista entró a su casa y en voz muy bajita para que nadie lo escuche, se arrodilló y mirando todo el cielo rezó un padre nuestro por primera vez en su vida eterna.
Eduardo Torre
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