El loco Mandarina


 El loco Mandarina siempre me corría con lo mismo. El tipo decía que no existía el universo. 

-"Escúchame, cuando era pibe se hablaba de un universo. Ahora se habla del universo conocido. Dicen que podría haber infinitos universos."-

""Y puede ser",siempre contestaba yo para evitar la típica conversación estéril que solo consumía tiempo.

Mandarina descreía de todo. Él afirmaba que la realidad no existía. Se reía de los sustantivos comunes y los tiempos verbales. 

-"Sepa el confiado barrio de Barracas que yo, Roberto de la Vega, he determinado que la vida,  no existe".


En ese instante, la barra del bar San Antonio se descostillaba de risa sobre la vieja mesa de pool.

El Narigón Melendez lo odiaba y aprovechaba el momento para caerle con todo: "Vos no existís, trastornado!"


-Escuchá,,  Nariche! Ni la vida,  ni la muerte. No es maravilloso.??"

Nuestro amigo, que se había ganado el apodo por pasarse los días enteros comiendo ese cítrico oloroso,  concluía sus intervenciones poniendo el acento sobre la inexplicabilidad del carácter infinito del tiempo. Repetía que no había misterio alguno.


"Las teorías del origen del universo son una paparruchada. Simplemente,  porque no hay ni origen,, ni fin, ni universo.". Sentenciaba que todo aquello que se conoce como infinito no es otra cosa que una mentira gigantesca.  Negaba la existencia de la escala numérica, la recta y el espacio exterior con la misma frialdad.

"Miren, bestias. Ustedes ni nacieron, ni se van a morir. Ustedes no son , ni nunca serán " concluía a grito limpio con un palo de pool apuntando a la concurrencia, la mayoría de ellos trabajadores de Aguas Argentinas que habían caído a comer un sanguche de milonga con fritas.

"Usted no puede hablar en serio, Mandarina! Lo van a internar en el Borda!!", le dije ante el caos generado por sus palabras.

-"Nene, no seas gil. Estamos envueltos en una mentira. Nosotros no existimos. Creemos que somos y vamos aprendiendo la parte que nos toca jugar como si fuéramos actores, entendés?

-"Ni medio", le respondí.

-"No importa. Vos viví haciendo lo que tengas ganas. Total es lo mismo. Tu vida no existe. Un día por alguna extraña razón te toca interpretar a un tipo que se muere y todos compramos, y  no va que salimos en Caravana para Chacarita a puro llanto".

El decía que habíamos pactado aceptaciones colectivas  inconsientes para poder seguir jugando. Esto incluía el comienzo y el fin, los cambios de moda y de época; ciertos usos y costumbres y hasta accidentes topográficos y climas. 

"A medida que avanza el juego, la cosa se va complejizando, entonces todo se vuelve más extremo para conservar el interés del sujeto central de la historia." Subrayaba Mandarina.

"La muerte y el nacimiento no son más que intentos desesperados por sostener el interés en ésta tonta irrealidad "

Juraba que el iba a llegar a ese déspota que habilitó esta locura para gritarle en la cara que  había descubierto la trampa..

"Yo no me dejaré soñar, no convalidaré mi muerte sin gritarle en la cara que nos deje no ser en paz. Que quién se cree que es para hacer de nosotros esta caricatura ridícula de un pésimo reparto de morondanga?"

"Infinito, las bolas!!! Somo presos de un loco que nos obliga a ser y a hacer. Con que derecho?"

Así fueron pasando los años hasta que un día, Mandarina, finalmente,  murió. 

Algunos vecinos rezaron por su alma  y acompañaron los  restos de Roberto al pabellón 21 del cementerio de la Chacarita.

A la vuelta, la barra del San Antonio con la cabeza gacha entró al bar y descubrió con sorpresa que Mandarina no estaba.

                               Eduardo Torre 

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