Mi Tata y el Tata
A la tardecita, mi viejo se levantaba de la siesta y por ahí se le daba por agarrar la guitarra y puntear "Guitarrero" de Carlos de Fulvio.
Entonces, me ponía en primera fila. Arrastraba un pequeño silloncito de mimbre con base y respaldo de cuerina naranja comprado en el Tigre, alguno de esos lunes que las panaderías no trabajaban, y Cacho iba a buscar canastos para el pan, y listo para ver al artista.
Mi viejo cantaba muy bien. Sin embargo, solo tocaba ese tema versión instrumental. Me gusta pensar que esperaba que yo me lo aprendiera y lo cantara con él. Aunque para eso hubo que esperar poco más de 25 años.
La pava de acero inoxidable y el mate de loza completaban la escena. Siempre amargo como las Trenzas del tango, como la vida del que vive del hoy y no prepara un mañana o el que sufre y tiene que aguantar su condena al hombro.
La brisa cruzaba el patio trayendo panaderos en el viento. Capricho redundante, sin duda, del destino. El sol se iba muriendo para el oeste y sus últimos rojos pegaban en la trompa del garaje.
La hilera de macetas llena de plantas, las enredaderas; gatos y perros colmaban el estadio imaginario donde el Tata luchaba cuerpo a cuerpo contra las cuerdas.
El Tata contra las cuerdas....hubo un día que esa imagen tuvo otros colores, pero hasta ahí, el cuadro pintaba bien.
Del horno venían olores dulces de postres recién hechos y el cedrón tendía su aroma como un manto sobre almíbar y miel.
Hoy me desperté con tiempo. Calenté el agua y me senté a escribir estos recuerdos teñidos de olores e imágenes de infancia.
Quise escuchar a mi viejo, en esas tardes tranquilas y lejanas, minga de celulares y redes. Entonces puse al Tata Cedrón y festejé en silencio sus 85 años de vida porque mientras Juan Cedrón cante, yo podré sentarme en mi sillón de mimbre con cuerina naranja y soñar que mi padre me abraza con su voz...
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