Y todo el cielo

 En mi barrio, el tren llega a la luna todas las noches. Se puede ver clarito desde la ventana del bar como el Roca se acerca hasta el puente sobre la avenida.

El cielo es rectangular y termina en la torre de la Basílica del Sagrado Corazón y cuando está nublado parece una porción de pastel de papas.

El sol ilumina desde lejos toda la escena y los árboles crecen en fila India y se paran canyengues estirando sus hojas sobre la calle. Toda la arboleda  explota en caos frente al altar donde se liberan de tanto orden y a lo largo de tres manzanas hacen lo que se les canta.

Por esa calle se sube al cielo. Se empieza a caminar por Vieytes y se van cruzando esquinas hasta llegar al paraíso. Eso es la vida en mi barrio, nacer y caminar lentamente diez cuadras. 

Los bohemios y los herejes solemos rajar para otros rumbos tratando de engañarnos.

Algunos nos vamos para el centro y rondamos por los cafés buscando historias y leyendas; otros, se empeñan en hacer guita y comprarse una casa en Nordelta y hasta hay gente que se fue del país tratando de esquivar el camino marcado por el  destino.

En una de esas noches de tango y bohemia, me presentan a un veterano, al grito de  "Éste es de Barracas como vos!".

-"Mucho gusto, pibe. Soy Enrique!"

-"Encantado. Mi nombre es Eduardo", le respondí

-Yo nací en Alvarado y San Antonio. Y vos?"

-"Cerquita. En Vieytes y Alvarado..." contesté.

-"Las 10 cuadras!" dijo y se sonrió.

Me contó lo mismo que yo les dije antes. El estaba en la  huella como yo. Me dijo que hacía 40 años se había ido del barrio cuando supo lo que todos sabemos en Barracas.

-"Quise que todo fuera distinto. Canté,  bailé y hasta laburé de extra en una película de Soffici. No sirvió de nada, pibe."

-"Por?" pregunté.

-"Cuando me fui. Mi viejo me dijo que un día iba a encontrarme con un pibe con la misma historia y el mismo berretin y que en ese  momento iba a tener que tomarme el 70 hasta la iglesia porque se habría cumplido el trayecto."

-"Quiere decir que hoy..."

-"Si, nene" 

Se levantó dejo la plata en la mesa y se fue caminando por Corrientes para el lado de 9 de julio. Antes de salir del bar, me miró y sonriendo de costado dijo: "Te gusta el tango, no?" 

-"Si, Enrique"

-"Las diez cuadras las vas a hacer más rápido,  sabés.  Te fuiste pero seguís con la cabeza allá. La ansiedad, los sueños y la memoria aceleran el paso por la avenida. Volvé, mirá qué ya cruzaste Goncalves Días."

Nunca más lo vi. A veces, vuelvo a lo de mi vieja y me pongo a mirar por Iriarte para ver donde ando y 

cuanto me queda, pero en vez de concentrarme en eso, mi mente se queda mirando la luna sobre el puente del ferrocarril esperando el momento exacto en que el tren la atraviese.

Acaso se pueda elegir la luna, en lugar del cielo como destino final. Sería una forma de estar más cerca de las cosa que quiero. Lo intentaré.

Eduardo Torre 


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